Mensaje del presidente de la FIT: un nuevo capítulo

por Guillaume Deneufbourg, presidente de la FIT

 

Algunas coincidencias tienen aire de guiños del destino. Me encuentro redactando mi primer mensaje como presidente de la FIT el 30 de septiembre, Día Internacional de la Traducción (DIT). Este día, declarado oficialmente por las Naciones Unidas en 2017, resuena como una invitación para rendir homenaje a aquellas personas que ejercen nuestro oficio, dan voz a todas las naciones del mundo y favorecen la comprensión mutua. Con unos días de retraso, quiero desearles un muy feliz DIT: uno único donde se da a nuestra profesión la luz que merece.

Esta edición de Translatio reviste una importancia singular: se hace eco de un congreso que, puedo permitirme decir, fue un rotundo éxito. Triunfaron la riqueza de las intervenciones y los debates, que nutrieron e inspiraron a quienes participaron. También fue un éxito humano gracias a la calidad de los intercambios, que nos recuerdan hasta qué punto está viva nuestra comunidad —una comprometida y solidaria—. Quisiera expresar mi total gratitud al Consejo saliente por el fabuloso trabajo realizado durante estos tres últimos años, y, en particular, al comité organizador del congreso, que ha sabido orquestar con talento y dedicación infalible un evento de tal envergadura.

Este congreso ha sido un encuentro de ideas y ha marcado una etapa estatutaria fundamental con la elección de un nuevo Consejo. A partir de ahora, tengo la responsabilidad de conducir y coordinar a un nuevo equipo. Este Consejo, uno de los más diversos en la historia de la FIT, representa verdaderamente al mundo entero, desde las islas neozelandesas hasta Argentina, de Sudáfrica a Finlandia, de China a Canadá, y un largo etcétera. Esta diversidad no es solo un símbolo, es la propia esencia de nuestra vocación internacional y dará un sentido profundo a nuestra acción común.

Sabemos que trabajamos hoy en un contexto particularmente difícil. Nuestra profesión atraviesa fuertes turbulencias. En algunos lugares, las facultades cierran o apenas consiguen suscitar nuevas vocaciones; en otros, la falta de reconocimiento o de perspectivas desanima a colegas, que acaban abandonando la profesión. Al mismo tiempo, la sociedad a veces confía ciegamente en herramientas consideradas como revolucionarias, sin detenerse a pensar en los efectos, que pueden ser devastadores. Y, de una forma aún más generalizada, el propio multilateralismo —y con él la idea de que las naciones obtienen más beneficios cooperando que aislando— se pone en tela de juicio.

En este preciso momento, nuestro papel adquiere una importancia capital. Desde siempre, hemos alzado puentes donde se erigían muros. En la confusión de nuestra época, nuestra voz importa: una voz que une y que da luz, una realmente arraigada en la humanidad. Atrás quedó el congreso, y es momento de ponernos a trabajar. Tanto quienes conforman el Consejo como yo somos conscientes de la envergadura de los desafíos, y tenemos la convicción de que nuestra federación posee los recursos, la energía y la inteligencia colectiva necesarios para responder a tales retos. En equipo, comenzamos este camino con confianza y orgullo.

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