por Elena Shutova, AIT
Hay momentos en los que descubres algo y piensas: «¿Cómo no supe de esto antes?». Fue exactamente lo que me pasó al toparme con la Association of Interpreters and Translators (AIT). Yo, intérprete judicial con una afición casi obsesiva por la formación continua, empezaba a cansarme de los eventos virtuales que me sugería LinkedIn.
Un día vi las actividades gratuitas de la AIT: ponentes de la policía, del ámbito jurídico, terapeutas, especialistas en distintas áreas, intérpretes con vasta experiencia dispuestos a compartir su recorrido. La calidad era excepcional, y supe de inmediato que me haría miembro de la AIT. Solicité el ingreso el mismo día que recibí mi inscripción en el National Register of Public Service Interpreters (NRPSI), y obtuve una grata sorpresa: la presidenta, Irina, me llamó para darme la bienvenida. Ese gesto personal decía mucho sobre el espíritu de esta asociación centrada en quienes se dedican a la interpretación.

¿Qué hace especial a la AIT? Está dirigida íntegramente, y de forma voluntaria, por profesionales en activo que conocen de primera mano las necesidades de nuestra profesión. El nivel de organización es sorprendente, y funciona como un reloj. La oferta es inmejorable: supervisión profesional, un espacio de práctica y un calendario de actividades de desarrollo profesional continuo que impresiona. Además, la AIT patrocina la London Legal Walk, organiza formaciones conjuntas con negociadores policiales y colabora con la Cleveland Clinic; todas, oportunidades únicas y muy valiosas.

Ser neurodivergente en nuestra profesión no siempre es fácil, pero en la AIT encontré mi tribu y me sentí escuchada. Es un espacio donde puedes hablar con libertad de los retos de la interpretación sin causar asombro. Un entorno seguro y acogedor como pocos.
La AIT también destaca por su firme defensa del reconocimiento profesional. En un sector donde a menudo se difuminan los límites entre profesionales cualificados y quienes no lo son, la AIT mantiene una postura clara: nuestro título no es un simple adorno. Representa años de esfuerzo, formación continua y un compromiso absoluto con la calidad en la interpretación en los servicios públicos.
Cuando surgieron problemas con el proveedor del Ministerio de Justicia, la AIT demostró su compromiso respaldando a sus miembros. En lugar de quedarse en meras discusiones sobre estándares, la AIT intervino; en tan solo 24 horas, mi inconveniente con el pago se había resuelto, lo cual agradezco profundamente.
Hoy, la AIT es mi hogar profesional: formación, apoyo, comunidad, defensa del oficio y hasta espacios para descubrir la historia de la interpretación judicial. ¿El broche de oro? Recientemente me nombraron miembro de la junta directiva. De socia pasé a observadora, y ahora a un cargo directivo: todo un recorrido para esta autónoma amante de la interpretación.
¿Lo mejor de todo? Que he llegado a un lugar en el que encuentro todo lo que necesito como intérprete: respuestas, respaldo o motivación profesional. Todo está aquí, en la AIT, y si algo faltara, me escucharía y movería cielo y tierra para ayudar. Es como encontrar a la pareja ideal: lo sabes.
En estos tiempos tan inciertos, ha sido una suerte haber descubierto a la AIT. Mientras otros solo hablan de estándares, esta asociación extraordinaria defiende con pasión nuestra profesión.

